Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1854-1856 (Cortes Constituyentes de 1854 a 1856)
Sesión: 1 de mayo de 1855
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: nº 143, 4348, 4349
Tema: Continúa la discusión sobre el dictamen de la Comisión relativo a la anulación de la concesión del ferrocarril de Sevilla a Cádiz.

 El Sr. SAGASTA: Yo dejaría la rectificación para lo último, por no molestar a los Sres. Diputados; pero no puedo pasar que el Sr. Sánchez Silva no se haya referido a nada de lo que yo he dicho. Su señoría ha tenido la suerte o la desgracia de involucrar todo cuanto yo he manifestado, de manera que en todo cuanto supone que he dicho ha estado inexacto.

Empezó S.S. extrañando que me refiriese a su discurso cuando salí del salón. El Sr. Sánchez Silva sabe muy bien que se puede salir del salón y entrar en él cuantas veces se quiera; por consiguiente, si bien es cierto que salí, también lo es quo volví a entrar y oí la mayor parte del discurso de S.S. Además, cuando no se oye, se lee, y para enterarse de una cosa quizá sea mejor leerla que oírla.

Su señoría ha creído ver en mí una contradicción, y exclama ¿cómo es que el Sr. Sagasta dice que ese ferrocarril, si no se continua, no costará al Gobierno más que un millón de reales, y ahora acaba de confesar que las obras valen 5 o 6? Es claro, Sr. Sánchez Silva; dije el otro día, y repito, que las obras ejecutadas valen 5 o 6 millones: pero si ese ferrocarril no se continuase, el Gobierno no perdería mas que 1 o 2 que podría valer la explanación, porque la mayor parte del valor está en maderas y materiales que el Gobierno podría vender o aprovechar para otras cosas, por ejemplo, para mejorar la navegación del Guadalquivir.

El Sr. PRESIDENTE: Esta V. S. rectificando.

El Sr. SAGASTA: Me importaba rectificar esto, Sr. Presidente.

Su señoría ha insistido mucho acerca de la barra del Guadalquivir: tenga S.S. entendido que en esa obra, que está presupuesta en 5 o 6 millones, entra también el arreglo de la barra, y esa barra se conservaría perfectamente con un trabajo constante, pues no son insuperables esos obstáculos.

También se ha equivocado el Sr. Sánchez Silva al suponer que yo he dicho que el ferrocarril de Sevilla a Cádiz no costará más que 36 millones. Yo no he dicho eso: siento no hablar alto; otra vez me esforzaré más, para que me oiga S.S. Lo que he dicho es, que según una declaración firmada por el contratista del ferrocarril, ese contratista que ahora quiere ser concesionario y S.S. desearía que lo fuese, se atreve a hacer el Ferrocarril de Sevilla a Cádiz por 45 millones poco más o menos; y fundado en esta declaración, añadía yo: si ese contratista dice que se atreve a hacer el ferrocarril por 45 millones, es evidente que quitando la parte de Jerez a Cádiz quedarían 36 por la parte relativa a la línea de Sevilla a Jerez; y como vamos a dar 18 de subvención, es evidente que damos [4.348] la mitad del coste. ¿Tiene algo que decir S.S. a esto? Desvanecidos ya los argumentos que ha hecho el Sr. Sánchez Silva, fundados en bases imaginarias, voy a contestar también al Sr. González de la Vega. Supone S.S. que yo he dicho que abandonaba las cuestiones políticas, y S.S. se ha equivocado altamente; no he dicho eso; ¿cómo he de abandonar yo las cuestiones políticas? Lo que he dicho es, que para mí las cuestiones políticas no tienen tanta importancia como las cuestiones de intereses materiales. Esto lo repito y lo sostengo, y desearía que todos los Sres. Diputados pensasen como yo en este punto.

Que trato las cuestiones de intereses materiales de una manera especial, como no se han tratado en ninguna parte. Muchísimas gracias: no sé si tomar eso por lisonja o no.

Que yo quiero negar los recursos. No es tampoco esto exacto; yo no los niego; he dicho que estoy dispuesto a dar hasta 1.000 millones si se necesitan para obras importantes: lo que yo niego son los auxilios de la Nación para obras de interés puramente local, para obras en que no esté interesada la generalidad del país: lo que yo no quiero es que consumamos las fuerzas de éste en obras innecesarias, de lujo.



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